Capítulo 35 — Promesas bajo la luz del fuegoLlegaron a Londres al caer la tarde. El cielo, aún cubierto por los últimos matices rosados del ocaso, parecía dar la bienvenida a los recién llegados con un resplandor suave que teñía de oro los tejados y chimeneas. El carruaje avanzó lentamente entre las calles bulliciosas, donde el tránsito de coches, jinetes y peatones parecía no tener fin. A cada paso, la ciudad mostraba su grandeza: los edificios de piedra, los escaparates iluminados, las farolas que comenzaban a encenderse como luciérnagas en la penumbra.Virginia no apartaba la vista de la ventana. Cada detalle le resultaba fascinante. Era la primera vez que veía una ciudad tan viva, tan imponente.El conde, sentado frente a ella, sonreía en silencio. Había esperado aquel momento durante semanas, y ahora, al verla tan maravillada, comprendía que el viaje había valido la pena.Al llegar a la residencia londinense de los Ashford, el movimiento fue inmediato. En la entrada, todo el ser
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