Capítulo 37 — El vals del corazón
El salón principal de la residencia Lancaster resplandecía bajo la luz de cientos de lámparas de cristal que parecían flotar entre las coronas doradas del techo. El murmullo de las conversaciones y el roce de las sedas formaban una melodía tan refinada como el vals que estaba a punto de comenzar. Virginia permanecía junto al conde de Derby, intentando mantener la compostura, aunque su corazón latía con una fuerza que amenazaba con delatarla.
De pronto, entre la multitud apareció el marqués de Northfolk, con su porte impecable y una sonrisa tan segura como la de quien sabe que todos los ojos lo siguen. Llevaba un traje de gala oscuro, con bordes dorados en el chaleco y una condecoración discreta que brillaba bajo las luces. Al acercarse, se inclinó con elegancia.
— Señorita Virginia, tengo entendido que este vals me pertenece —dijo, tendiéndole la mano.
— Así es, señor marqués —respondió ella con una reverencia ligera, intentando que su voz no delatara