Capítulo 49 — Palabras que hieren Virginia había pasado gran parte del desayuno organizando algunos papeles en el despacho del conde, pero la jornada se presentaba tranquila, casi apacible. Clara, por su parte, había recordado que necesitaba unos guantes nuevos y cintas para el cabello, por lo que decidió salir de compras.— Será una buena oportunidad para despejarnos —dijo Virginia, dejando la pluma a un lado—. Hace días que no damos un paseo por las tiendas.Amanda, siempre dispuesta a acompañarlas, se unió al plan. Las tres damas salieron poco después, escoltadas por el cochero y con los rostros cubiertos por ligeros velos, una costumbre que mantenían más por discreción que por moda. El carruaje se abrió paso entre las calles empedradas hasta llegar a Bond Street, donde los escaparates exhibían los últimos caprichos de la temporada: abanicos importados, cintas de seda francesa y delicadas telas de encaje.Clara, entusiasmada, se dirigió de inmediato al mostrador de los guantes, de
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