Pietro vestía una camisa de color azul claro, los primeros botones desabrochados como si llevarla completamente cerrada fuera una molestia innecesaria. Sus pantalones negros resaltaban la firmeza de su postura, y su cabello oscuro estaba peinado con la misma perfección con la que parecía llevar cada aspecto de su vida. Elegante, imponente, intocable. Pero lo que más llamaba mi atención era su mirada, esa mezcla entre frialdad y deseo que me mantenía en constante confusión.Por momentos, sentía que me odiaba. Como si cada vez que sus ojos me recorrían, recordara que yo no debía estar en su vida. Pero luego, había instantes, fugaces pero reales, donde el deseo se reflejaba en ellos. Me miraba como si quisiera poseerme, como si luchara contra algo dentro de sí mismo. Era tan contradictorio que me hacía sentir que caminaba en un terreno minado. Un solo movimiento en falso y todo estallaría.Recibí a los invitados con una sonrisa educada. Nikolas, el hermano menor de Pietro, se presentó co
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