El silencio tras la implosión era sofocante.Solo se escuchaba la respiración débil de Ciel, el crujido de las ramas carbonizadas y el lejano ulular de un viento helado que parecía arrastrar lamentos.Leonardo sostenía a su hija contra su pecho, con los ojos enrojecidos por la ira y la impotencia. Cada latido de ella era un milagro, y aun así, su aura lo aterraba: no era humana, ni enteramente vampírica. Era algo más. Algo que nadie podía comprender todavía.Ian, tambaleante, avanzó unos pasos, con las manos aún cubiertas por la luz dorada que lo había conectado a Ciel. Apenas podía respirar, pero sus ojos solo la buscaban a ella.—Resiste, Ciel… por favor.Jordan, de pie, con la espada aún goteando sangre, observaba la escena en silencio. Su pecho subía y bajaba con violencia, no solo por el esfuerzo de la batalla, sino por la tormenta interna que lo consumía. Él también había visto el rostro de la muerte en Ciel y, contra su voluntad, había sentido algo que no podía describir.Fue e
Leer más