Ciel respiraba con dificultad, sus párpados temblando mientras trataba de mantenerse consciente. Su cuerpo estaba helado, pero su aura ardía como un sol dividido en dos. Ian sostenía su mano derecha con desesperación, mientras Jordan le cubría el costado izquierdo con el brazo firme, como si temiera que alguien se la arrebatara en cualquier segundo.—No… no la toques tanto —gruñó Ian, su voz cargada de veneno, mirando a Jordan.—¿Y qué vas a hacer si la suelto? ¿Dejarla morir en tus brazos? —replicó Jordan, apretando los dientes, sus ojos ardiendo con un brillo que no era solo rabia, sino celos desgarradores.Ciel, con un esfuerzo titánico, abrió los labios.—Basta… ustedes dos…Su voz era apenas un susurro, pero suficiente para que ambos se quedaran inmóviles, como si las palabras de ella fueran más poderosas que cualquier orden de guerra.Leonardo llegó tambaleante, la espada rota en su mano, la ropa empapada en sangre. Cayó de rodillas frente a ellos, con lágrimas en los ojos.—Mi
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