El rugido de Kaelion marcó el inicio. Sus guerreros, envueltos en llamas, cargaron como un mar incandescente, lanzando espadas y lanzas forjadas en fuego.Azereth respondió con un gesto apenas perceptible: la niebla negra se expandió como un océano, de donde surgieron figuras sombrías con ojos rojos, multiplicándose entre las filas enemigas.Los Guardianes elevaron su cántico con furia, y columnas de luz descendieron sobre el campo, buscando sellar cada paso, cada sombra, cada brasa.El caos fue inmediato. La tierra se quebró bajo los impactos, el aire se volvió cenizas, y los gritos de guerra se mezclaron con plegarias desesperadas.El círculo de CielEn medio de esa tormenta, Ian alzó a Ciel en brazos, protegiéndola como si todos los ejércitos fueran a arrebatarla en cualquier instante. Jordan se movía a su lado, rápido como un espectro, derribando a todo soldado que intentaba acercarse.Leonardo, débil pero firme, levantaba muros de oscuridad para bloquear ataques, aunque cada conj
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