Días después, el monasterio restaurado en la Toscana se convirtió en escenario. La luz dorada del atardecer se filtraba por los vitrales reconstruidos, proyectando sombras suaves sobre los muros de piedra. El evento reunía a inversores, curadores, representantes culturales. Era una celebración de lo logrado, y una promesa de lo que vendría. Isabelle caminaba por el pasillo central con paso firme. Su vestido era sobrio, elegante, y su expresión, contenida. A su lado, Noah la acompañaba con una actitud relajada, casi encantadora. No participaba oficialmente, pero su presencia no pasaba desapercibida. Algunos lo reconocían como figura empresarial, lo que añadía una capa de tensión que Isabelle intentaba ignorar. James, por su parte, se movía con precisión. Presentaba los aspectos técnicos del proyecto, hablaba con claridad, pero su mirada se desviaba con frecuencia hacia Isabelle y Noah. A su lado, Camille brillaba con una elegancia provocadora. Su presencia generaba especulación, pe
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