El bar del hotel seguía envuelto en su atmósfera íntima, con luces tenues y música suave que parecía envolver cada conversación en terciopelo. James y Noah aún estaban sentados en la barra, compartiendo palabras que solo los hermanos Moore sabían decir sin necesidad de explicarse demasiado. La puerta se abrió con discreción, y Isabelle entró. Llevaba un abrigo ligero sobre los hombros y el cabello suelto. Al verlos, su rostro se iluminó con una sonrisa genuina, como si el tiempo se hubiera doblado sobre sí mismo. —¿Y ustedes dos solos? ¿No se supone que el caos viene cuando están juntos? —bromeó, acercándose con paso ligero. James se giró en su asiento, y Noah se levantó para recibirla. Isabelle los abrazó a ambos, primero a Noah, con cariño fraternal, y luego a James, con un gesto que duró apenas un segundo más. Como cuando eran adolescentes, antes de que ella se fuera a Francia. Antes de que todo se complicara. —Esto se siente como hace años —dijo Isabelle, acomodándose entr
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