DIAS DESPUÉS El salón de conferencias estaba ubicado en la planta más alta de uno de los edificios más emblemáticos de Moscú. Las paredes eran de cristal y permitían ver la ciudad extendiéndose en todas direcciones, pero dentro de aquella sala, el ambiente era más frío que el invierno ruso. Una nueva reunión. Empresarios de alto nivel, hombres poderosos y egocéntricos, aguardaban sentados alrededor de la mesa ovalada. En uno de los extremos, como dueño indiscutible del espacio, Mikhail Baranov observaba en silencio, vestido de forma impecable, su presencia imponía respeto sin necesidad de una sola palabra. Alexandra Morgan ingresó con paso firme, vestida de gris oscuro, el cabello recogido en un moño que dejaba al descubierto la firmeza de su mandíbula y la serenidad de sus ojos. Sus tacones resonaron sobre el mármol, y aunque cada mirada masculina la diseccionaba en silencio, su andar no flaqueó ni un instante. Al sentarse frente a los empresarios, algunos intercambiaron sonrisas
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