RUSIA La tarde estaba teñida de un tono dorado cuando el rugido de los caballos comenzó a resonar en la pista del hipódromo. Era un evento exclusivo, reservado para la élite de Moscú, y entre las sombras del palco VIP más reservado, un nombre volvía a resonar con respeto y miedo: Mikhail Baranov. Vestía un traje gris oscuro impecable, con el cuello ligeramente abierto, sin corbata. Sus ojos azules parecían dos cristales gélidos que lo analizaban todo desde la distancia, fríos, calculadores, peligrosos. Se mantenía de pie junto al ventanal, con una copa en la mano que apenas tocaba. No estaba allí por los caballos. Esperaba. Y ella no tardó en llegar. Veronika Dubrovskaya descendió del auto con la seguridad de una reina, vestida de rojo carmesí, elegante y peligrosa a su manera. Su sonrisa era suave, su andar felino, pero por dentro, el corazón le palpitaba con fuerza. No había recibido una segunda llamada, pero Viktor le había informado que Mikhail estaba en el hipódromo. No podía
Leer más