Las palabras pueden ser cadenas…O pueden ser fuego.Y las de Isadora, esa noche, ardían como antorchas.---El sobre llegó a su destino gracias a un guardia de mantenimiento que ya no creía en el sistema. Harto de ver cómo internas eran “suicidadas”, cómo informes eran falsificados y cómo las sonrisas en la prensa escondían cadáveres emocionales, había aceptado entregar el mensaje a una casilla de metro en la ciudad.Desde allí, el contenido fue recogido por un contacto de Elías. Un periodista independiente, desacreditado por medios oficiales, pero temido por la clase alta por una sola razón: nunca había publicado una mentira.Su nombre era Rafael De La Vega, y su cuenta en redes sociales tenía más impacto que muchos periódicos nacionales. Sus seguidores lo consideraban un cazador de poderosos, un exiliado voluntario del círculo de los sobornados.Y cuando leyó la carta de Isadora Morel, lo supo:Tenía oro entre las manos.---—¿La Morel? ¿La de la Fundación Morel-Echeverri? —pregunt
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