El siguiente día, después de la gala benéfica, Aelin despertó confusa. Recordó, que años atrás había mandado a guardar una caja con información sobre sus verdaderos padres. Más tarde ese mismo día, en la calma de la biblioteca, Darian, y Aelin hojeaban viejos libros y papeles. Los documentos, que había mandado a traer. Sus dedos, delicados, pero firmes, recorrían cajas de objetos antiguos que había encontrado, en casa de sus padres adoptivos, entre polvo, fotografías amarillentas, cartas sin destinatario… cada fragmento parecía un eco de un pasado que le habían robado. Un sobre llamó su atención: era más grueso que los demás, sellado con un lacre resquebrajado por los años. Al abrirlo, encontró un acta de nacimiento incompleta: el nombre de su madre estaba tachado, el de su padre jamás había sido escrito. Aelin tragó saliva. —Toda mi vida me hicieron sentir como si no tuviera origen… y, sin embargo, aquí está la prueba de que hubo alguien antes que Amanda y Esteban. Sash
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