Los periódicos llevaban días especulando. Tras la caída de Mancini, Aguirre y Varela, la ciudad no hablaba de otra cosa. ¿Quién estaba detrás de la caída del imperio Elizalde?

Las redes sociales hervían con teorías: un inversionista extranjero, una facción política en la sombra, o tal vez, un fantasma del pasado.

Nadie esperaba que la respuesta apareciera en una invitación sellada en negro con letras doradas:

“Gala benéfica de la Fundación Vólkov. Invitada especial: Aelin Valtierra.”

El nombre golpeó como un trueno. Era la primera vez que se pronunciaba en público en años. La prensa se volcó, los políticos se inquietaron, y hasta los viejos empresarios temblaron.

La noche de la gala, los reflectores se alzaron sobre la escalinata del Palacio de Cristal, un edificio histórico reservado solo para los eventos más exclusivos. Limusinas llegaban una tras otra, dejando salir a ministros, magnates, figuras públicas.

Pero cuando un auto negro de cristales polarizados se detuvo frente a