La criatura ya no dormía, ni necesitaba obedecer, se movía por impulso y ese impulso no era inocente, era calculado, se acercaba a los límites del bosque, sus manos rozaban los árboles, y las cortezas se abrían en símbolos que solo Asha sabía leer, pero Asha no los había escrito.—Está marcando territorio —dijo Eryx, observando desde las alturas.—Está creando el suyo —corrigió Nerya.Nerya hablaba más con la criatura que con Asha, se le acercaba en la noche, susurraban, no decía lo que oía, no compartía lo que soñaba, Asha lo sentía y aunque no decía nada, el silencio se volvía filo entre ellas.—¿Estás con ella o conmigo? —preguntó Asha una noche, sin girarse.—¿Y si ya no sé dónde termina ella y empiezo yo?Nerya lo dijo con la voz temblando, no por miedo, por agotamiento, porque la criatura hablaba con su sangre, Eryx, por su parte, empezó a alejarse, dijo que cazaba, dijo que patrullaba, dijo que necesitaba pensar, pero Asha sabía que estaba buscándola a ella, Yira.Una noche, Er
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