En su lujoso departamento, Lorenzo daba una última repasada a sus negocios. Los estupefacientes que tenia de reserva en el bar Paradise habían sido repartidos correctamente, sin embargo, era más que obvio que necesitaba hacer algo con Laurent y su padre, quienes constantemente se entrometían en su camino, le dolía la cabeza de tanto pensar en ello; aquella situación era un completo fastidio con el que no pretendía seguir lidiando siempre, se sentía harto, realmente cansado de aquel par de infelices con los que tenía desgracia de compartir sangre.Tomando su chaqueta, el apuesto hombre decidió salir a caminar al menos por un momento; sentía necesitar aire y el viento fresco de la tarde seguramente lograría reconfortarlo un poco. Caminando entre las bonitas calles del centro de la ciudad de Palermo, disfrutaba de ver la belleza de sus muchos edificios; Palermo era en realidad bastante bonita, la ciudad natal de su madre y el territorio de su gran imperio, sin embargo, aun con todo su es

Levantándose abruptamente, Lorenzo se colocaba una simple remera encima para salir de nuevo hacia la calle, iría por ella, la necesitaba y la llevaría consigo, ya sabía dónde encontrarla; ella estaba de huésped permanente en la casa de su querida amiga y asistente Rebecca, y no se quedaría con las ganas de volver a besarla, conduciendo su lujoso auto deportivo a gran velocidad, las luces de la ciudad parpadeaban como destellos fugaces ante su vista, y con una mano en el volante y la otra sosteniendo su botella de fino whisky, Lorenzo conducía hasta encontrarla, a su torpe y tímida violinista que lo obligaba a desearla como un loco.Finalmente, y después de un breve momento, el apuesto hombre se estacionaba frente a la residencia Romano donde Rebecca estaba acogiendo a Victoria Bianchi junto a sus pequeños hijos, y sin esperar a ver si le abrían la puerta, Lorenzo brincaba la barda de aquella gran casa; lo había hecho antes cuando tuvo su accidente que lo obligó a huir y refugiarse con

Tomando la barbilla de la mujer frente a él, pudo ver como las lágrimas amenazaban con salir de sus hermosos ojos de tormenta. Victoria estaba rota, tan rota como él se encontraba.— No me importa nada de lo que acabas de decirme, puedes ser un capricho o puede que no lo seas, eso aun debo averiguarlo, pero debes saber que me perteneces, no te dejare marcharte de mi vida, no me apartare de ti tampoco, te quiero mía, y mía vas a ser, te gusto, me gustas, esa es la única verdad en todo esto, no soy como el hombre que te abandonó, ni tampoco soy una buena imagen para tus hijos, pero te quiero siempre mía Victoria, y no te dejare en paz, si es necesario te perseguiré como demente hasta tenerte, así que entiéndelo. — dijo Lorenzo acariciando la tersa mejilla de la hermosa violinista.— Yo…no se si quiero esto. — respondió Victoria sin dejar de mirar al zafiro en los ojos de Lorenzo.— Si lo quieres, me deseas, me deseas casi tanto como yo te deseo a ti, eres una mujer, no una niña, deja tu

La luz del sol se colaba por aquellas elegantes cortinas en sus enormes aposentos, había amanecido, era lunes, y todo empresario sabía que no había tiempo para tomar un descanso, levantándose de su lujosa cama, Laurent miraba el reloj, eran apenas las 7 am, hora adecuada para comenzar su día, y bajando al gimnasio privado en su mansión, el apuesto filántropo comenzaba su pesada rutina de ejercicios para tonificar su cuerpo.Mirándose en el espero del lugar, Laurent lucia muy diferente de sus trajes costosos de siempre; aquella ropa deportiva dejaba ver mucho de su musculatura, sus brazos eran fuertes, su torso era poderoso, algo que Victoria Bianchi jamás había visto de él, meditó, y la hermosa rubia no había vuelto a llamarlo desde aquel acalorado momento en que se excusó para marcharse, así era ella, tímida, siempre tímida, una mujer hermosa y recatada, inocente como ninguna, y él la deseaba para sí mismo desde hacía mucho tiempo ya.Sin embargo, Victoria no era el tipo de mujer que

Victoria se había quedado repentinamente en silencio pensando en que Lorenzo y Laurent eran en realidad hermanos. No podía negarlo si lo pensaba a fondo, ambos eran físicamente muy parecidos, aunque Lorenzo tenía un aire salvaje y Laurent uno de recato. Quizás era por ello que no había pensado en aquella posibilidad, después de todo, realmente sus personalidades eran muy diferentes, y en sus años de conocerlo Laurent jamás había mencionado que tuviese un hermano, así como Lorenzo tampoco había dicho nada al respecto.¿Acaso ellos no se llevaban bien? No pudo evitar preguntarse.Mirando la enorme y lujosa puerta del Paradise, Victoria suspiró, era el momento de seguir con su rutina, y no debía de perder el tiempo haciéndose preguntas que ella sola jamás se podría responder, quizás algún día sabría lo que pasaba entre los hermanos, concluyó.— Llegamos, intenta ser amable con los clientes, sé que este no es el lugar donde deberías estar, pero es todo lo que por ahora puedo ofrecerte, y