El zumbido de la conversación en el restaurante, antes reconfortante, ahora se sentía distante, ajeno a la tormenta que se gestaba en el interior de Nant. La mención de su virginidad, de su inexperiencia, había encendido un rubor en su rostro, pero también una chispa de una determinación que su madre rara vez había visto. Las inseguridades que Clara había intentado despertar en ella, paradójicamente, habían cristalizado su convicción. Nant respiró hondo, su mirada, aunque vulnerable, se encontró con la de su madre con una nueva firmeza.—Mamá —comenzó Nant, su voz baja pero clara, cada palabra cargada de la seriedad de una decisión meditada—. Las preguntas que haces son válidas. Son las mismas que me he hecho, créeme. Pero mis respuestas ya no son las de esa niña que tú recuerdas.Hizo una pausa, recordando la mirada de Yago, su protección, la forma en que su sola presencia la calmaba. Recordó la fortaleza que él le inspiraba, y la visión de un futuro que, aunque incierto, era vibrant
Leer más