Esa misma noche, después de la cena de sushi y los intentos, más o menos exitosos, de Yago por aliviar la tensión, el departamento de Puerto Esmeralda comenzó a sumergirse en la calma del anochecer. Las luces de la ciudad de Veracruz titilaban a lo lejos, reflejándose en el agua oscura del golfo. Clara ayudó a Emilia a prepararse para dormir en una de las habitaciones de invitados, mientras Nant y Yago conversaban en la sala, sus voces un murmullo suave. La jornada había sido agotadora, emocionalmente hablando, y el cansancio empezaba a pasar factura.
Justo cuando Nant se levantaba para dirigirse a su habitación, el teléfono de Yago vibró. Él lo sacó del bolsillo, y al ver la pantalla, su expresión se volvió de inmediato más seria. Con un gesto de disculpa hacia Nant, se alejó unos pasos, dirigiéndose hacia la terraza para tener más privacidad.
Aunque Yago bajó la voz considerablemente, Nant y Clara, que ahora regresaba de la habitación de Emilia, pudieron captar fragmentos de la conv