Alessia sollozaba sin consuelo, encorvada sobre su propio dolor, con el rostro enterrado en las sábanas de seda que ya no olían a paz.Las cortinas se agitaban con el viento de la tarde, y los suspiros de su alma llenaban la habitación como un eco que nadie podía callar. Su loba interior, Denna, aullaba en su mente, desgarrada por el rechazo, por la humillación, por el amor no correspondido.«No nos quiere… nuestro mate nos rechaza… ¡Nos repudia!»Denna gritaba con un dolor ancestral, como si el destino mismo se hubiera equivocado al unirlas con ese lobo de mirada fría.La puerta se abrió de golpe, y Elara, su madre, entró corriendo al escuchar el lamento ahogado de su hija.Verla así, destrozada en cuerpo y alma, le arrancó un pedazo del corazón. Su loba, Esla, gruñía con una furia protectora en su interior.—¡Alessia! —exclamó con voz temblorosa, cayendo de rodillas a su lado—. ¿Qué ocurre, mi pequeña loba? ¿Qué te ha hecho ese bastardo?Alessia se giró, se aferró a su madre como si
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