Enrique, con el corazón latiendo rápido, sintió el peso de la pregunta. Si digo mi nombre, me descubrirán, pensó, su mente girando como un engranaje. No puedo arruinar el plan ahora. Antes de que pudiera responder, Leonela dio un paso adelante, su voz firme pero temblorosa.—Papá, él es mi prometido, Enrique —dijo, apretando la mano de Enrique como si quisiera anclarlo a su lado.Enrique, captando la señal, atinó a contestar.—Enrique Rubio, señor —dijo, su voz suave pero cargada de una confianza que desconcertó a Ricardo.Rubio, un nombre común, seguro, pensó Enrique, ocultando una sonrisa interna. Que crean lo que quieran… por ahora.Enrique, sin inmutarse, extendió su mano, pero su gesto Ricardo no lo entendió.—Rubio, ¿eh? Eso no me dice nada —espetó Ricardo, su mirada afilada—. Dime, muchacho, ¿cuánto ganas? ¿Quién eres? ¿De dónde vienes?Leonela, sintiendo el calor subirle al rostro, intervino.—¡Papá, no es el momento para eso! —dijo, su voz un mezcla de exasperación y desafío.
Leer más