La cena transcurría entre risas delicadas, brindis controlados y cuchicheos tras las copas. En la mesa principal, Marcos se mantenía en silencio, observando el salón como si pudiera diseccionar cada gesto falso, cada risa ensayada. No hablaba más que lo justo y necesario, como siempre. Isabella, a su izquierda, había estado tomando nota mentalmente de los nombres, comentarios y cifras importantes. Todo lo registraba en su mente, como lo había prometido. Ni una sola distracción, ni un error. Era impecable.Sin embargo, algo cambió cuando la anfitriona se levantó y se dirigió al escenario improvisado en la parte frontal del salón. Era una mujer elegante, de cabello gris plata recogido con delicadeza y una postura impecable. Sonrió con amabilidad al tomar el micrófono, pero en sus ojos brillaba cierta incomodidad.—Queridos amigos, gracias por acompañarnos esta noche en esta causa tan noble —comenzó con voz firme—. Como saben, el objetivo de esta gala es recaudar fondos para nuestros niñ
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