La noche había caído sobre el territorio de Damián como un manto de terciopelo negro. Valeria observaba las estrellas desde el balcón de la habitación que le habían asignado, sintiendo cómo su hijo se movía dentro de ella. Cada patadita era un recordatorio de lo que estaba en juego, de todo lo que había perdido y de lo incierto que era su futuro.El aire fresco acariciaba su rostro mientras sus pensamientos vagaban entre recuerdos y temores. Su mano descansaba sobre su vientre abultado, protegiéndolo instintivamente.—Pareces preocupada —la voz de Damián la sobresaltó.No lo había escuchado acercarse, algo inusual para sus sentidos de loba. Quizás estaba demasiado absorta en sus pensamientos, o quizás... quizás su presencia ya no activaba sus alarmas como antes.—Siempre estoy preocupada últimamente —respondió sin apartar la mirada del horizonte—. Es mi estado natural.Damián se acercó hasta quedar a su lado, apoyando los brazos en la barandilla del balcón. El calor que emanaba de su

La noche caía sobre el territorio de la manada de Kael. Las estrellas comenzaban a asomarse tímidamente en el firmamento mientras los miembros se reunían alrededor de la fogata central para la cena comunal, una tradición que Kael mantenía para fortalecer los lazos entre todos. Valeria permanecía algo apartada, como se había vuelto su costumbre. A pesar de las semanas transcurridas, seguía sintiéndose una extraña, una intrusa en un mundo que no le pertenecía.Su vientre ya mostraba una ligera curvatura, apenas perceptible para quien no supiera lo que buscaba. Inconscientemente, posó su mano sobre él, un gesto protector que se había vuelto habitual. Observaba las interacciones a su alrededor: las risas, las conversaciones animadas, la camaradería. Todo aquello que alguna vez tuvo y que ahora parecía tan lejano.Kael la miraba desde el otro extremo del círculo. Sus ojos, del color del ámbar bajo la luz del fuego, no se apartaban de ella. Había algo en su mirada, una mezcla de deseo y pre

La mañana amaneció con un silencio inquietante. Valeria lo sintió incluso antes de abrir los ojos, esa extraña quietud que precede a las tormentas. Se incorporó lentamente en la cama, acariciando su vientre que ya mostraba una curva pronunciada. Habían pasado semanas desde que encontró refugio en la manada de Kael, semanas en las que había comenzado a sentirse parte de algo nuevamente.Pero el destino, como siempre, tenía otros planes.El alboroto en el perímetro de la manada la alertó. Desde la ventana de su cabaña, observó cómo varios lobos se congregaban alrededor de un forastero. No necesitó verlo de cerca para reconocer los colores de su antigua manada. El corazón le dio un vuelco tan violento que tuvo que apoyarse contra la pared para no caer.—Han venido por mí —susurró para sí misma, mientras el miedo se extendía por su cuerpo como veneno.No pasaron ni diez minutos cuando escuchó los golpes firmes en su puerta. Era Mila, la beta de Kael, con el rostro tenso y los ojos cargado

La noche había caído sobre el territorio con un manto de estrellas que parecían observar, cómplices silenciosas de lo que estaba por suceder. Valeria permanecía en la habitación que Kael le había asignado, con la ventana abierta, dejando que el aire fresco acariciara su rostro mientras sus manos descansaban protectoramente sobre su vientre. El bebé se había movido con más fuerza últimamente, como si percibiera la tormenta emocional que agitaba a su madre.Tres golpes secos en la puerta la sobresaltaron. No necesitaba usar sus sentidos para saber quién estaba del otro lado. El aroma de Kael, intenso y salvaje como un bosque después de la lluvia, se filtraba por las rendijas de la madera.—Adelante —dijo con voz firme, aunque su corazón latía desbocado.La puerta se abrió con un chirrido y la imponente figura de Kael llenó el umbral. Sus ojos, usualmente fríos y calculadores, ardían con una emoción que Valeria no podía descifrar completamente. ¿Era furia? ¿Deseo? ¿Decepción? Quizás una

El amanecer apenas se asomaba por las montañas cuando Valeria despertó. La habitación estaba en penumbras, pero sus sentidos agudizados captaban cada detalle: el aroma a pino que entraba por la ventana entreabierta, la respiración acompasada de Kael a su lado y, sobre todo, ese presentimiento que le oprimía el pecho desde hace días. Colocó instintivamente una mano sobre su vientre abultado, como queriendo proteger a su cachorro de lo que se avecinaba.—Hoy es el día —murmuró para sí misma.Kael abrió los ojos, como si hubiera estado esperando esas palabras. Sus miradas se encontraron en la penumbra, cargadas de determinación y miedo a partes iguales.—Hoy es el día —confirmó él, incorporándose—. ¿Estás lista?Valeria asintió, aunque ambos sabían que nadie podía estar completamente preparado para lo que se avecinaba. Los informes de sus exploradores eran claros: Damián había reunido a sus aliados y se dirigía hacia ellos con un solo propósito: reclamar lo que consideraba suyo y destrui