El amanecer se filtró entre las cenizas como un susurro tímido. Lía abrió los ojos, desorientada, con el cuerpo adolorido y la garganta seca. A su alrededor, el claro del bosque donde se había realizado el ritual parecía un campo de batalla abandonado. Cenizas. Solo quedaban cenizas y el eco de gritos que ya nadie recordaba.Se incorporó lentamente, sintiendo cada músculo protestar. Su vestido blanco, ahora gris por los restos del fuego ritual, se adhería a su piel como una segunda piel. Buscó con la mirada algún rostro familiar, pero estaba sola.—¿Kael? —su voz sonó extraña, ajena, como si perteneciera a otra persona.El silencio del bosque fue su única respuesta.Caminó descalza entre los restos calcinados del ritual, recordando fragmentos de lo sucedido: el círculo de ancianos, los trillizos en el centro, la luna roja tiñendo el cielo, y luego... Kael interponiéndose entre la daga ceremonial y sus hijos. El sacrificio. La explosión de energía. La oscuridad.Cuando llegó a los lími
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