La mañana llegó con un cielo encapotado y un aire cargado de humedad, como si la naturaleza misma presintiera que algo no iba bien en palacio. El aroma de las magnolias no logró despertar consuelo en el alma de Lady Violeta Lancaster, quien, tras una noche inquieta y sin descanso, se obligó a vestirse, recogerse el cabello y salir de sus aposentos. No por dignidad, sino por inercia. Porque quedarse encerrada un día más sería concederle la victoria a la desesperanza. Y si iba a caer, al menos no lo haría arrodillada.Cruzó los corredores con el porte de siempre, aunque por dentro todo estuviera hecho trizas. Las miradas de las doncellas se desviaban a su paso, como si su sola presencia incomodara. Como si la compadecieran. O peor aún… como si ya la hubieran olvidado.Fue al llegar al jardín este, junto al pabellón de cristal, cuando la vio.Lady Arabella Devereux.Radiante, serena, vestida con un tono malva que hacía juego con sus ojos calculadores. Estaba de pie bajo la pérgola, habla
Leer más