Todos los capítulos de Al ritmo del peligro: La dama y el jefe.: Capítulo 71 - Capítulo 80
95 chapters
70. Bienvenidos al Blue Velvet.
NarraRuiz. El Blue Velvet apesta a sudor barato, whisky rancio y promesas rotas. Apenas cruzamos la puerta, un par de tipos musculosos y sin cuello nos miran con cara de querer hacerse los héroes. Mala elección. Les clavo los ojos. O se apartan, o van a recoger sus dientes del suelo. El mensaje viaja sin necesidad de palabras. Se hacen a un lado como putas sumisas. Tony y los otros entran detrás de mí, esparciéndose por el lugar como plaga. El antro es un desastre de luces rojas, cortinas sucias y mesas pegajosas. En el escenario, una mujer semidesnuda se contonea como si la vida se le estuviera escapando por cada poro. La clientela es una colección de almas perdidas: traficantes de quinta, prostitutas oxidadas, jugadores arruinados. El tipo de sitio donde puedes vender a tu madre por una raya de polvo malo. Perfecto. Me abro paso entre el gentío, dejando que mis hombros golpeen a quien no se quite rápido. Algunos gruñen. Otros se callan. Saben
Leer más
71. El arte de la trampa.
Narra Lorena.Todo huele a óxido, pólvora vieja y miedo.El almacén abandonado es un monstruo dormido, lleno de esquinas rotas y ecos sucios de otras épocas.Camino despacio, con las botas levantando polvo que me pica en la nariz. Detrás de mí, tres de las chicas revisan las cargas.—¿Estás segura que va a venir? —pregunta Clarita, cargando una escopeta como si fuera un ramo de flores.Sonrío, porque la duda ya no tiene lugar aquí.—Más segura que de que esta ciudad apesta —le contesto, sacando de mi chaqueta un paquete de explosivos improvisados.La bomba canta suavemente en mis manos, como un corazón pequeño y cruel. Nos movemos rápido.Trampas caseras, cables que parecen parte del desorden.Rutas de escape marcadas solo para nosotras.Todo calculado.Todo listo para recibir al Rey Herido, al idiota, al ser más despreciable.Me acerco a una de las ventanas rotas y miro hacia la calle oscura.No hay ruido, pero sé que está cerca.Puedo oler su odio en el viento, ese hedor a renco
Leer más
72. Todos van a pagar.
Narra por Ruiz.La puerta del almacén se abre con un chillido agónico, como si el edificio mismo supiera que la muerte viene de visita.Entro primero, porque soy el único que puede darse ese lujo. Detrás de mí, mi gente, un par de docenas de perros fieles, armados hasta los dientes, con caras de querer morder a alguien.Huelo el aire: sudor rancio, pólvora, miedo fresco.Mierda.Esta no es una emboscada cualquiera. Esta es una puta obra de arte.Sonrío, porque soy un cabrón que ama el arte.—Muévanse, carajo —gruño, y la jauría se dispersa, cubriendo flancos, asegurando zonas.Doy dos pasos más y entonces...¡PUM!Una carga casera revienta a la derecha, lanzando esquirlas y mugre como una escupida infernal.Uno de los nuevos, un idiota que apenas sabía sostener su rifle, vuela como muñeco de trapo, dejando un rastro rojo en el aire.Me agacho por instinto, carcajeándome.—¡Bienvenida a la puta fiesta! —grito, mientras las luces parpadean y otra explosión retumba cerca.Disparos.G
Leer más
73. La ciudad arde.
El rumor corre más rápido que un disparo en la noche.En las esquinas, en los bares mal iluminados, en los callejones que huelen a orina y desesperación: Ruiz está cazando, y esta vez no hay agujero que se le resista.“La Herida Abierta”, un bar pequeño, donde la humedad gotea de las paredes como sudor frío. Tres hombres se empinan sus tragos a toda prisa, las manos temblorosas.—¿Escuchaste? —dice uno, un tipo flaco con una cicatriz fea en la mejilla—. Está pagando una fortuna. Una fortuna, loco.—¿Y tú crees que la vamos a encontrar antes de que nos encuentren a nosotros? —responde otro, un gordo que apenas cabe en su silla.Demasiado tarde para debatir.La puerta se revienta con una patada brutal.Ruiz entra.No dice nada.Solo levanta la pistola, su silueta negra y enorme contra el fondo amarillo del bar.BANG. BANG. BANG.Tres disparos secos, tres cuerpos derrumbándose como trapos viejos.—¿Alguien más quiere hablar? —pregunta, con una sonrisa que no toca sus ojos.El canti
Leer más
74. Sangre en la garganta..
Narra Lorena.El primer estallido sacude el almacén como si un tren hubiera chocado contra las paredes podridas. El estruendo me vibra en los huesos mientras el polvo cae en cascadas sobre mi cabeza. Desde mi escondite en las alturas, entre vigas oxidadas y telarañas, apenas logro mantener la respiración contenida. Sonrío. Ruiz ha entrado. La trampa ha comenzado a cerrarse.El segundo estallido llega casi al instante, más cerca, acompañado de un grito ahogado. Alguno de los suyos ha pisado mal. Mejor.El humo empieza a cubrir todo en una bruma sucia, densa, perfecta para lo que sigue.—¿Eso fue uno de los explosivos grandes? —pregunta Clarita, arrastrándose hasta mí por la viga, su cara cubierta de hollín y una sonrisa de emoción cruel en los labios.—No —respondo—. Eso fue solo el aperitivo.Desde nuestra posición privilegiada veo cómo Ruiz avanza, flanqueado apenas por dos de sus hombres. Se mueve rápido, los sentidos alerta, como un lobo viejo en terreno enemigo. No le sirve de nad
Leer más
75. El rugido de la bestia.
Narra Lorena.Ruiz está cercado, y lo sabe.Lo vemos en su mirada: una chispa oscura, vieja como la guerra, que le brota de adentro como sangre venenosa. El Rey Herido ya no piensa. No calcula. No suplica.Solo ataca.La primera en caer es Maya. Ni siquiera veo cómo. Un destello de movimiento, un giro de su cuerpo, un disparo sordo, y de repente está en el suelo, retorciéndose, la mano presionada contra el muslo ensangrentado.—¡Mierda! —grita Clarita, apuntando su arma—. ¡Se está soltando!Ruiz aprovecha nuestra sorpresa y embiste como un toro en un corral. Le arranca a Suly la escopeta de las manos con un golpe brutal, la tira al piso, y sin perder un segundo la usa para disparar contra el techo. Polvo y astillas llueven sobre nosotras, cegándonos por un segundo fatal.Yo no me ciego.No esta vez.Avanzo entre el humo, la pistola firme en la mano, la respiración ardiéndome en los pulmones. Apunto a su pecho.—¡No! —grita Tamy desde algún lugar—. ¡Está muy cerca!Disparo. Una, dos, t
Leer más
76. A la caza del rey herido.
Narra Lorena.La ciudad a esta hora es una bestia insomne, sudorosa y podrida. Perfecta para una cacería.Las chicas y yo salimos del almacén todavía humeante, cargando armas improvisadas, mochilas con municiones y suficiente rabia como para incendiar el puto barrio entero.—¡Divídanse! —ladro, mientras ajusto la correa de mi pistola—. Ruiz va a sangrar en alguna esquina. Quiero que lo encuentren antes de que se esconda en su cueva.Clarita asiente, limpiándose la sangre de la ceja partida.—¿Vivo o muerto?Me sonrío, amarga.—Que respire. Solo eso. Después veremos.Las chicas se dispersan en pequeños grupos, como hienas hambrientas en las callejuelas.Yo camino sola.Siento el calor del fuego en la espalda, el almacén todavía vomitando humo y cenizas a la noche.No importa.Esta ciudad puede tragarse todo lo que le queda.Yo solo quiero a Ruiz.Tomo la avenida principal, el arma escondida bajo la chaqueta, las botas golpeando el asfalto resquebrajado.Mis ojos barren las sombras.Cad
Leer más
77. A la caza del rey herido (Segunda parte)
Narra Lorena.La noche cae sobre la ciudad como una mortaja sucia, extendiendo su olor a desesperación, a pólvora reciente, a humo de incendio mal apagado. Nosotras salimos del almacén todavía ardiendo, arrastrando mochilas pesadas de municiones y armas improvisadas, con el corazón martillando en el pecho, alimentadas por esa rabia ciega que solo da el hambre de venganza.—Divídanse —ordeno, mientras mis ojos recorren el horizonte podrido de calles desiertas—. Busquen a Ruiz. No quiero que se arrastre muy lejos.Clarita, con el labio partido y una fea hinchazón en la mejilla, se me acerca rengueando mientras aprieta una escopeta contra el pecho.—¿Lo quieres vivo? —pregunta, como si realmente necesitara saberlo.La miro, sabiendo que lo que más desea es verlo retorcerse, escuchar el sonido de sus huesos rompiéndose bajo la presión justa.—Quiero que respire —digo finalmente—. Lo suficiente para que me escuche.Las chicas se dispersan como hienas a las que acaban de soltar en un matade
Leer más
78. El arte de la supervivencia.
Narra Ruiz.Despierto con el sabor metálico de la sangre en la boca y el áspero roce de una cuerda quemándome las muñecas. El dolor en mi costado late al ritmo de un tambor de guerra lejano, constante, feroz. La cabeza me da vueltas, pero todavía no me he ido del todo.Todavía respiro.Todavía soy peligroso.Abro los ojos y el mundo me recibe con un foco directo al rostro, implacable, como un interrogatorio barato en una estación policial de tercera. Parpadeo para enfocar y reconozco las paredes sucias de ladrillo, el olor a humedad, el eco de un grifo que gotea en alguna parte. Un sótano. Uno de esos que usan para esconder los secretos que nadie quiere encontrar.Frente a mí, Lorena.Brazos cruzados, rostro impasible, la silueta recortada contra la penumbra como la estatua de una diosa maldita. Sus ojos no tienen compasión. Ni la más mínima chispa de eso que alguna vez me regalaban cuando compartíamos cama y mentiras.Hoy soy solo un trofeo, una reliquia rota de su propia furia.A su
Leer más
79. El arte de romper reinas.
Narra Ruiz.No hay sangre que me moleste si viene con propósito.Y esta, la que chorrea tibia por mi pierna, tiene nombre: venganza.Llevo días maniatado en este agujero mal ventilado que alguna vez fue un taller mecánico y ahora pretende ser santuario de redención para putas arrepentidas. No me tocan ni me matan. No todavía. No hasta que la gran jefa lo decida. Porque esto, esto es puro teatro. Y el final está reservado para cuando ella quiera su ovación.Lorena, la reina de la función.Pero una reina rota no cobra entrada.Clarita me trae comida. Carla me cura las heridas. Otra más, una morena flaca con nombre de flor, limpia la sangre que dejo por donde paso. Las oigo murmurar, espiar, intercambiar miradas cada vez que paso cerca. Al principio, me miraban como a una bestia salvaje, pero la jaula no resiste demasiado cuando el prisionero empieza a hablar como un dios.—¿Sabés lo que me hacía Lorena cuando nadie miraba? —le susurro a Clarita una noche, cuando me da agua con una mano
Leer más
Escanea el código para leer en la APP