El día comienza como cualquier otro. El cielo de la ciudad está cubierto por una fina neblina que pronto se disipa con los primeros rayos de sol. Isabella peina con suavidad el cabello de Emma mientras Alexander ayuda a Liam a abrochar su chaqueta. Gael, como siempre, juega con sus cordones desatados mientras tararea una canción que escucharon en la radio.—¿Listos para conquistar el mundo, pequeños? —pregunta Alexander, agachándose frente a ellos.—¡Sí, papi! —responden los tres a coro, riendo.Emma rodea a Isabella con sus bracitos y le da un beso en la mejilla.—Te amo, mami.—Y yo a ti, princesa. Más que a nada.Nadie imagina que será la última vez que Isabella escuchará esa frase en muchas horas.Dejan a los niños en la guardería, como cada mañana. Besos, abrazos, promesas de ver una película al llegar a casa. Luego, Alexander e Isabella se marchan hacia las oficinas, inmersos en los documentos, llamadas, estrategias legales. Todo gira en torno al juicio que se avecina. Camille
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