Sergio se acercó lentamente, su mirada fija en Ariana con una intensidad inquietante.Con un movimiento rápido, abrió la puerta del coche y, sin dudarlo, quitó el cinturón, la liberó, la levantó en sus brazos con una fuerza arrolladora, como si fuera tan ligera como una pluma.Ariana, débil y agotada, apenas podía comprender lo que sucedía. Sus ojos, grandes y aterrados, reflejaban incredulidad y miedo. ¿Cómo había llegado hasta aquí?—¡Suéltame! —gritó, forcejeando en vano con todas sus fuerzas, pero él la sostenía con una fuerza implacable, como si fuera una muñeca de trapo.—Mira a tu amiga —dijo él, su voz baja, pero cargada de amenaza—. ¿Quieres que muera?El aire pareció volverse espeso a su alrededor. Ariana sintió un nudo en el estómago, el miedo la envolvía, y sus pensamientos se nublaban.Miró a Sergio, buscando en sus ojos alguna señal de humanidad, algo que le dijera que esto solo era una pesadilla. Pero no la había. Sus ojos, fríos e inquebrantables, no mostraban ni un ati
Leer más