El corazón de Ariana latía como olas furiosas golpeando una roca, desbocadas, incontrolables. La angustia se apoderaba de su pecho, pero su voz se mantuvo firme, aunque sus manos temblaban.
—Yo ya no te amo, Sergio. No me importa si estás con otra, no me importa nada de ti. Nunca volveré a amarte.
El rostro de Sergio se endureció, sus labios se curvaron en una sonrisa burlona, como si no le importara lo más mínimo lo que ella acababa de decir.
—Bien por ti —respondió, su tono frío y calculador—. ¿Y tú, Lorna? ¿Estás dispuesta a amarme?
Lorna, de pie junto a él, sonrió, una sonrisa que no alcanzaba a reflejar sinceridad alguna.
—Yo te amo, mi amor —dijo, acercándose a él con una dulzura falsa, acariciando su rostro—. Soy toda tuya, Sergio.
Ariana observó la escena con los ojos llenos de ira. En su corazón, el odio hervía, y por un momento pensó que podría estallar. Pero Sergio no la dejaba escapar de su juego. Le echó una mirada cargada de desafío, como si esperara ver dolor en el rostr