De forastera a Reina Luna
En nuestro quinto aniversario, el Alfa Luis no me dio más que una simple marca de protección de la manada. Esa misma noche, celebró una ceremonia de vínculo con su primer amor, la loba Salomé.
Me negué a aceptarlo, y me acusó de ser irracional.
—Mi vínculo con Salomé se debe al futuro de la manada, no porque todavía tenga sentimientos por ella.
—Tú solo eres una humana. ¿No debería bastarte la marca de la manada?
—Elena, esta fue tu prueba final, y la has fallado.
Me alejé mientras él se daba la vuelta y le proponía matrimonio a Salomé.
Cinco años después, nos encontramos de nuevo en un hotel exclusivo designado por el Consejo Alfa.
Su manada estaba a punto de convertirse en una gran potencia, y llevaba a Salomé, envuelta en un vestido de seda del color de la luz de luna, del brazo.
Al verme, cubierta de arena y con los pies sumergidos hasta los tobillos en la fuente ornamental del hotel, frunció el ceño.
—Elena —se burló—. Despreciaste mi protección en aquel entonces y mira cómo estás ahora. Apuesto a que no puedes encontrar ni una sola manada en esta ciudad dispuesta a acoger a una humana.
—Y no creas que este patético espectáculo hará que te acepte de nuevo.
Lo ignoré.
La piedra lunar que atesorada mi cachorro, una bendición que su padre había encontrado mientras paseaba por la playa, había caído dentro de la fuente, y el pequeño estaba desesperado, así que tuve que buscar su preciado amuleto.