CAPÍTULO 77.
La noche había caído con una calma inquietante. La tierra había temblado durante horas, y aunque las grietas en la reserva habían dejado cicatrices profundas, aún quedaba trabajo por hacer. Los lobos de Valragh, así como los de Shadowfang y Dreknar, trabajaban codo a codo, sin distinciones, sin palabras amargas. Nadie se atrevía a romper el silencio impuesto por la tragedia.
Pero una tragedia más había golpeado a todos por igual. Pero era imposible no notar que, entre todos, había alguien que lo sentía más profundo, más desgarrador.
Para Kira, no era solo un compañero de manada el que había caído. Era su compañero de vida, su refugio, su fuerza en los días oscuros. La herida que el resto llevaba en el pecho, ella la tenía en el alma. Nadie podía cuestionar ese silencio suyo, esa mirada perdida, ese temblor apenas perceptible en sus dedos cuando pronunciaba el nombre de Nox.
Había tristeza en Valragh, sí. Pero en Kira… había algo más. Era como si le hubieran arrancado una parte de sí