CAPÍTULO 75.
En el Valle de las Sombras, también la tierra tembló.
Maerthys estaba agachada, removiendo una pócima espesa que despedía un humo gris y pesado. El círculo de velas negras que la rodeaba titilaba débilmente, como si presintieran el desastre.
—Que nadie la vea, que nadie la huela, que nadie la encuentre… —murmuraba, concentrada.
Emma yacía en un rincón, inmóvil.
El suelo crujió con fuerza. El cuenco vibró en sus manos.
Maerthys alzó la vista, inquieta.
—¿Qué fue eso?
Cuando Maerthys volvió a mirar hacia Emma, su rincón estaba vacío.
—¡Emma! —gritó, buscando entre la bruma—. ¡¿Dónde estás?!
Pero no obtuvo respuesta. Solo el eco de su voz y el olor a magia rota.
El cuenco explotó.
Un estallido seco llenó el ambiente de fragmentos ardientes. Las velas se apagaron de golpe. Maerthys cayó de espaldas, golpeándose contra el suelo húmedo.
Grietas profundas rasgaban el suelo, y un rugido subterráneo llenaba el aire. El humo se dispersaba como si huyera de algo más oscuro.
—¡Emma! —gritó, levan