CAPÍTULO 27.

Con manos temblorosas, Lina se apresuró a agarrar una manta que estaba al pie de la cama y se cubrió el cuerpo, buscando desesperadamente protegerse de la vulnerabilidad que sentía. Sus ojos estaban fijos en Kael, pero lo que vio la dejó sin aliento.

Kael era una bestia. Sus garras afiladas destellaban con cada movimiento, y sus colmillos, expuestos por un gruñido feroz, lo hacían parecer un depredador implacable. Pero lo que más la estremeció fueron sus ojos: un brillo rojo, intenso y furioso, que parecía arder con un fuego incontrolable.

Un escalofrío le recorrió la espalda al comprender que no sabía realmente quién o qué era Kael.

Dorian se recuperó rápido, su mirada oscura chispeaba de odio. Lanzó un zarpazo que cortó el rostro de Kael, abriendo una herida que sangró al instante. Kael gruñó, pero no retrocedió. Contraatacó con una fuerza brutal, hundiendo sus garras en el costado de Dorian y arrancando carne.

Los dos lobos chocaron una y otra vez, sus cuerpos desgarrándose en un f
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