NARRADO POR TEO
El correo llegó a las 3:48 a. m.
No era la hora, ni la fuente del mensaje, ni siquiera el asunto lo que me desveló. Fue el contenido.
Fue el nombre de mi padre, su fotografía pixelada al pie del documento, la fecha de hace tantos años, y esa maldita palabra en mayúsculas: “CULPABLE”.
Culpable de manejar bajo los efectos del alcohol, culpable de ignorar los semáforos, culpable de causar una colisión frontal, culpable de matar a los padres de Karina.
Me quedé inmóvil frente a la pantalla. Era como si una garra me hubiese desgarrado el pecho y me hubiese dejado mirando mis propias vísceras, rojas, palpitantes, repulsivas.
Había deseado respuestas durante toda mi vida. Había deseado un cierre. Pero no este.
Nunca así.
Leí el informe completo como quien se arrastra entre cristales rotos.
Mi padre no murió como víctima. Murió como verdugo. Y Karina… ella era el daño colateral de mi historia podrida.
Sentí el corazón estallar de rabia, de horror, de esa culpa que nunca pedist