Narrado por Karina
Los días pasaban como si tuvieran plomo en los bordes.
Nada dolía tanto como su ausencia. Pero tampoco nada dolía tan claro como su forma de irse. Sin avisos, sin lógica, sin ese último gesto que le diera sentido a todo lo anterior.
Yo sabía que no había sido solo un error. Lo sentí en su piel. En su respiración entrecortada contra mi cuello. En sus manos temblando al tocarme. Lo sentí en su forma de dormirse por primera vez profundamente, como si por fin su cuerpo encontrara paz.
Y aún así… se fue.
A veces, mientras miraba por la ventana, imaginaba que la vida se había equivocado de libreto. Que lo que vivimos no fue real. Que yo solo fui una estación de paso para alguien que nunca se iba a quedar.
Me pasaba las tardes escribiendo cosas que no podía decirle, garabateando en las hojas sueltas que a veces terminaban rotas entre mis dedos. Celeste me dejaba el té favorito en la mesa. Gregory se ofrecía a sacarme a pasear. Pero yo no tenía ganas de nada.
Hasta que fue