El avión militar descendió en silencio sobre una pista remota a las afueras de Grenoble, Francia. Era de madrugada, y la nieve recién caída amortiguaba cada paso mientras el equipo descendía con ropa térmica negra, mochilas livianas y los nervios contenidos. Habían llegado al corazón de Europa. A la raíz del Proyecto HÉLIX.
Isabella ajustó su transmisor detrás de la oreja mientras observaba las montañas cubiertas de niebla al fondo. El aire era frío, pero más cortante era el silencio. A lo lejos, luces débiles brillaban entre los árboles: la falsa fachada del Centro Meteorológico Montblanc. Tras esas paredes, según los datos de Giorgio, se ocultaba una instalación subterránea diseñada para replicar genéticamente a individuos con activación única.
—Recuerden —murmuró Sebastián—. No somos fantasmas. Somos una sombra más en esta montaña. Nada de errores, nada de improvisación.
Karina comprobó la conexión satelital.
—Giorgio está en línea. Desde la embajada en Bruselas, monitoreará nu