Ardiendo en ti. Capítulo 8: Campo de castigo
Luego de treinta y seis horas de vuelo, llego a Dublín con el trasero cuadrado, cansado y adolorido. No es fácil para un chico de mi estatura viajar en asientos tan incómodos… ¡y nunca tomé un vuelo comercial en mi vida!
Mi madre, en su afán de seguir castigándome por mancillar su templo de relajación y retiro, no dejó que mi padre organizara el vuelo en el jet de la empresa. En su lugar, me compró un boleto sólo de ida en clase económica.
Un viaje que me tomaba unas diecisiete horas, me llevó el doble… y no estoy contando el trayecto de Dublín a Limerick.
Espero mi equipaje, pensando en hospedarme por hoy aquí en un lugar sencillo, porque me dieron el dinero justo, y mientras buscar un vuelo para mañana temprano a mi celda de castigo.
Camino totalmente desganado, tirando de mi maleta, soñando con una cama, hasta que alguien grita.
—¡Agustín! —sé que no soy el único Agustín en el mundo, así que sigo caminando, pero esta vez el grito se escucha más fuerte—. ¡Agustín Cavalcanti!
Giro mi