CAPÍTULO 25. Su peor pesadilla

—No te muevas, princesa…

Sammy estaba hecha un ovillo sobre la mesa de la terraza, medio aturdida entre el cansancio, el sueño y el éxtasis, mientras Darío estaba sentado en una silla frente a ella, mirándola como si fuera de oro y no parara de brillar. Le apartó el cabello de la cara y cuando la vio sonreír el primer pensamiento que le llegó a la cabeza fue: «¡Es una puñetera loca!».

Sammy abrió los ojos y lo miró. Se había puesto el pantalón de nuevo y estaba acariciándole el cabello con una mano y una pantorrilla con la otra mientras la tenía frente a él, como un centro de mesa.

—¿Ves que siempre estás en modo «tierno»? —murmuró ella y Darío rio.

—¿Sabes que vas a estar de reposo una semana, verdad?

Sammy levantó una ceja sospechosa.

—Uuuuy, el entrenador va a tener que suspenderme las clases, tengo un justificante… soy una lisiada sexual…

La carcajada de Darío se extendió por la casa mientras negaba.

—Por ahora nos conformaremos con llamarte Bambi.

—Mmmmm… por saltarme tus entrena
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