Capítulo cuarenta y cuatro.

¿Dónde está el abuelo?

Dante.

El dolor de cabeza era insoportable, era como si alguien estuviera taladrando mi cráneo desde el interior. Como si arrancaran pedazos de mi cerebro…

—¿Dante?

La voz de mi abuelo se abrió paso entre la bruma y el dolor. La oscuridad iba y venía, era una sensación horrible.

—Dante, despierta, cariño, por favor.

Unas manos acariciaron mi rostro, intenté apartarme de aquel toque áspero y descuidado.

—Déjalo, Dante despertará cuando tenga que hacerlo, no ganarás nada con presionarlo.

Era la voz de Federico…

—No puedo dejar que despierte cuando él quiera, ¿Cuánto tiempo ha pasado para verlo de nuevo? Y esa mujer, ¡Esa maldita mujer es la responsable de todo!

Su grito solo incrementó mi dolor…

—Silencio —pedí.

No me molesté en abrir los ojos, no quería ver a nadie. Tenía una extraña sensación en el corazón… ¿Corazón? ¿Desde cuándo tenía sensaciones en el corazón? La verdad no tenía una jodida idea. Pero tenía la horrible sensación de que algo me faltaba y no era
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