La puerta del vehículo se abrió, el hombre que siempre fumaba la sorprendió bajándola del auto con brusquedad, no dejando cabida para que ella pudiese defenderse.
Pero Jaya no se quejó, aunque la rabia, la sensación de pérdida y el cansancio la mantuvieron tensa, como si se resistiera.
Adentro solo se encontraban Karim y una silla delante de él. Se había quitado la camisa Afuera hacía algo de frío, pero Jaya parecía autoengañarse ante ese clima, la mujer no sentía nada más allá del terror, el ver su vida acabada como menos pensó, sintiéndose tonta y fracasada. No podía recordar tan siquiera su escasez de ropa, o que aún iba descalza.
Karim no la miraba. Él llevaba la mirada dirigida al piso, sus brazos detrás, la franela blanca que solía usar bajo sus camisas, ajustada a su cuerpo haciendo notar su musculatura y toda la tensión que llevaba encima.
Jaya fue sentada por el empleado de Karim sobre la única silla del galpón. El lugar era enorme, estaba casi vacío, solo un compendio de