Daisy ansiaba descubrir cómo Fernando había dado con su apellido. Sin embargo, él no respondió, ni dio señal alguna de seguir la charla.
[T: ¿Se quedó dormido?]
Bufó Daisy, tirando el celular a un lado. Trató de dormir un poco, pero no había caso.
La confusión la mantenía con los ojos abiertos.
Finalmente, tomó el teléfono y marcó una llamada de voz a Eliot.
Sabía que a esa hora no era muy decente llamar, pero lo hizo adrede: si no fuera por él, ni siquiera habría entablado tanto contacto con Fernando.
El timbre sonó varias veces; no solo no contestó, sino que colgó de plano.
Daisy insistió. Y él colgó de nuevo.
Así hasta la quinta llamada…
—¡Elena! ¿Es que no tienes fin?
—Señor Hendrix, revise primero a quién le está hablando —respondió Daisy, bajando la voz y cambiando un poco el tono.
—¿T…? —Eliot se espabiló al instante—. ¿Qué haces levantada tan temprano?
—Por supuesto que debo saludarte a buena hora… —ironizó Daisy.
—¡Ay, por Dios! Si en algo te he ofendido, dilo de frente. Ando