Mientras que a su propio hermano, Fernando, apenas lo aguantaba o lo miraba con desdén.
Esta constatación hizo que Blanca se pusiera todavía de peor humor. Sacó el teléfono y sacó varias fotos de Daisy y Javier juntos, luego se las mandó a Fernando.
«Si yo estoy molesta, él tampoco debería estar tranquilo. ¡A ver si no se arrepiente!»
Mientras tanto, Fernando, que iba camino a la mansión Ortega, escuchó su celular sonar varias veces seguidas, pero ni se molestó en revisarlo. Generalmente, cuando sonaba así en cadena, era Blanca enviándole tonterías, así que continuó hasta llegar a la entrada de la mansión sin mirar los mensajes.
Recién en la puerta sacó el teléfono, confirmó que era ella y vio la notificación de varias fotos. Sin siquiera abrirlas, las deslizó para borrarlas y guardó el celular de nuevo en el bolsillo. Bajó del auto y empezó a caminar hacia la recepción.
—¡Fer…! —Una voz sonó a sus espaldas, y acto seguido, Frigg apareció, enganchándose de su brazo derecho—. ¡Fer, qué