La súbita elevación del separador de cristal tintado sumió el compartimiento trasero en una intimidad repentina y absoluta. El zumbido del motor se convirtió en un runrún lejano, y el mundo exterior, Beatriz, las traiciones, el Grupo Winchester, se desvanecieron como un mal sueño. Solo quedaban ellos, en la penumbra dorada por las luces tenues del techo, y la pregunta cargada de electricidad que flotaba en el aire.
El corazón de Olivia latía con tanta fuerza que sentía el eco en sus sienes. La posición, sentada sobre los muslos firmes de Lion, era tan vulnerable como excitante. Podía sentir cada músculo tenso de su cuerpo a través de la fina tela de su vestido y su traje.
—¿Y bien, Olivia? —Insistió Lion, su voz un susurro ronco que le recorrió la columna como un escalofrío de terciopelo. Su mano, que hasta entonces sujetaba su muñeca, se deslizó hasta su cintura, apretándola con una posesividad que no admitía réplica—. ¿Mi "todo" también está permitido?
Ella ya no podía hablar. La ló