El teléfono de Olivia vibró en su mano como un alma en pena. Habían sido los minutos más largos de su vida, recorriendo las calles con Andrés al volante, siguiendo las coordenadas que Lion les iba dictando, mientras su mente imaginaba los peores escenarios. Cuando el nombre de Karla apareció en la pantalla, su corazón dio un vuelco de agonía y esperanza.
—¿Karla? —Contestó ella, con su voz un hilo de ansiedad.
—Olivia. Estoy bien. —La voz de Karla al otro lado era sorprendentemente serena, incluso tranquila. No había rastro de llanto, de pánico, solo una calma profunda que pareció irradiar a través de la línea. —De verdad. Estoy en la tienda en la academia, todo está bajo control, lamento no haberte llamado antes. ¿Puedes venir?
El alivio que inundó a Olivia fue tan intenso que las fuerzas la abandonaron. Un temblor recorrió su cuerpo y se desplomó hacia atrás, sobre el pecho sólido de Lion, quien ahora estaba sentado a su lado en el asiento trasero del Bentley en lugar de dirigirlos