(Narración en tercera persona)
Caleb cruzó la puerta principal con el peso de la frustración aun agarrotándole los hombros. El eco de las palabras de Olivia aún resonaba en sus oídos como un zumbido persistente. Necesitaba silencio, necesitaba un respiro de la guerra que parecía estallar a su alrededor. Pero la mansión no le ofreció refugio.
La voz de su madre, Jennifer, cortó el aire desde el salón, afilada y desprovista de cualquier calor maternal. No era un grito, sino algo peor: un tono bajo, gélido, cargado de una decepción que sabía exactamente dónde clavar sus cuchillos.
—Y no es suficiente con la lucha que ha sido aceptarte aquí sabiendo que vienes de una familia humilde. —Decía Jennifer, de pie frente a la chimenea apagada, con su espalda rígida. —Sino que encima, después de todo este tiempo, ni siquiera puedes darle un hijo a mi hijo. ¿Es realmente pedir demasiado?
Allison estaba sentada en el borde del sofá de terciopelo color borgoña, con las manos apretadas sobre sus rodi