Al día siguiente.
El último acorde de la lección de violín se desvaneció en el aire de la academia, dejando un silencio cargado de satisfacción. Olivia sonrió a la joven estudiante que empacaba su instrumento con cuidado reverencial.
—Tu staccato está mucho más claro, Lise. Sigue practicando con el metrónomo. —Recomendó la rubia con una amplia sonrisa.
—¡Gracias, señorita Hale! —La chica sonrió, radiante, antes de despedirse con una reverencia.
Su representante, Deborah, una mujer con pómulos afilados como un arco de violín y con una energía que podía llenar una sala de conciertos, apareció desde la oficina trasera, con su tablet en mano.
—Olivia, mi talentosa estrella, el recital en la Salle Cortot fue un éxito rotundo. Los críticos mordieron el anzuelo. Es hora de lanzar el siguiente. ¿Qué te parece un ciclo de Bach en la Ópera Garnier? Su suelo ofrece una acústica impecable, y...
Olivia enjugaba la delicada nuez de su violín con un paño de seda, su mente dividida entre la logística