La resonancia del Festival del Renacimiento se extendió como un eco benévolo mucho más allá de los muros de la Fundación Aurora. Durante meses, la vida dentro del edificio adquirió la calidad de un sueño realizado. Los pasillos resonaban con el sonido de instrumentos afinándose, risas de niños en el jardín comunitario y el zumbido apenas audible de los sistemas de energía que convertían la luz del sol en sustento para el arte. Olivia y Lion habían encontrado un ritmo, una simbiosis donde su matrimonio y su misión se alimentaban mutuamente. La paz, duramente ganada, parecía haber echado raíces profundas.
Pero toda luz proyecta una sombra, y la sombra, en este caso, era alargada y paciente. Tristan Voss no era un hombre que se rindiera. La humillación de que rechazaran su oferta, seguida del éxito público de la Fundación, había convertido una transacción financiera fallida en una cuestión personal. Para un depredador como él, la idea de que existiera un modelo de éxito que no estuviera