La mansión Winchester, que durante meses había sido una fortaleza bajo asedio, se transformó de la noche a la mañana en un santuario. La noticia del embarazo se extendió por los pasillos como un rumor de primavera, cambiando la energía de cada habitación.
Olivia se encontró viviendo en una burbuja de algodón. Las náuseas, aunque persistentes, ahora tenían un propósito, un significado glorioso que las hacía casi llevaderas. Lion, por su parte, había cambiado. La feroz ansiedad que lo consumía se había transmutado en una vigilancia meticulosa y casi reverente. Ya no revisaba los movimientos de la bolsa; revisaba aplicaciones de embarazo y leía estudios prenatales con la misma intensidad con la que antes diseccionaba informes de inteligencia.
Una tarde, encontró a Olivia en el estudio de la música, con una partitura abierta sobre el piano, pero simplemente mirando por la ventana, una mano sobre su vientre aún plano.
—¿Todo bien? —Preguntó, con su voz suave, aprendiendo a modular su tono