La respiración entrecortada de ambos se mezclaba en el aire quieto de la biblioteca, en un ritmo sincopado que marcaba el fin de la lucha y el inicio de algo más profundo. El beso había sido un reinicio, un colapso de todas las barreras que el miedo, la venganza y la traición habían erigido entre ellos. Olivia aún sentía el peso de Lion sobre ella, no como una prisión, sino como un ancla que la mantenía a salvo de la tormenta que ella misma había ayudado a desatar.
Sin una palabra, Lion, cuyos dedos habían memorizado cada centímetro de su rostro meses atrás, encontró su mejilla. Su pulgar acarició la línea de su pómulo con una ternura que contrastaba brutalmente con la ferocidad del momento anterior.
—Te extrañé. —Susurró él, y las tres palabras cayeron como una confesión arrancada de lo más profundo de su ser. No se refería solo a los días de recuperación en el hospital, sino a las semanas de distancia emocional, a la mujer de hielo en la que ella se había convertido.
Olivia sintió q