Dicho esto, Kian salió corriendo del lugar, riéndose por lo bajo.
El silencio que dejó tras de sí fue opresivo. Rosalina, Cristóbal y Gabriela se miraron por un momento sin decir nada.
—¿Puedes hablar? ¿No eras muda? —Rosalina rompió el silencio primero, mirándola con incredulidad.
Gabriela se llevó la mano a la garganta y explicó con torpeza:
—So…lo… era… afec…ta por el trauma.
—Ah, muy bien, no eras muda, pero ahora resultaste ser tartamuda —Rosalina negó con la cabeza, frustrada, mientras trataba de no mirar directamente a Gabriela. Había demasiadas cosas pasando y ella tenía un mal presentimiento.
El rostro de Álvaro al marcharse no presagiaba nada bueno. Rosalina lo interpretaba como algo mucho peor que una tormenta en el horizonte: era como si el cielo fuera a desplomarse.
Lo sabía bien: en Leeds, pocas familias tenían un historial limpio. Si Álvaro seguía actuando con su estilo implacable, buscando atacar en los puntos más vulnerables… esto no sería otra cosa que una guerra tota