Pero no eran los que ella y Cristóbal habían ordenado.
Eran los mismos que, en su momento, había elegido y preparado con dedicación para compartir con Álvaro.
Él ya los había comido una vez con Noelia.
Gabriela pasó la mirada por los platillos impecablemente decorados y sintió una ola de asco.
Rápidamente, tomó el vaso de agua con limón y bebió dos sorbos para calmarse.
Al terminar de beber, tomó una cuchara y empezó a comer la crema de champiñones frente a ella.
Lo pensó de manera simple: si Álvaro estaba molesto por su relación con Cristóbal y quería desquitarse o, simplemente, hacerla sentir incómoda, pues ella no iba a dárselo por ganado.
Comería, y ya.
Pero aún así, subestimó la situación.
Álvaro la observaba mientras comía, y en sus ojos se iba acumulando una furia evidente.
—Gabriela, estos platos ya los probé con Noelia.
Gabriela ni levantó la vista. Solo asintió ligeramente y emitió un "ajá" por la nariz, mientras seguía comiendo.
Cuanto más comía, peor se sentía.
Se preguntó